Estamos agobiados. Agotados. Enfadados. Nuestros sentidos, dormidos. Si a ti también te pasa, no te preocupes, aún hay salvación.
Vivimos en tiempos de velocidad, de todo rápido (¿rápido? ¡Inmediato!), de agendas llenas, de presión por ser productivos. Parece que la exigencia de hacer cada vez más cosas –trabajar, aprender idiomas, tener una vida cultural activa, hacer deporte–, en un tiempo de por sí limitado (sí, el día tiene 24 horas, ni más ni menos), nos ha llevado a relegar nuestras necesidades primarias –comer, dormir, descansar– y nuestros verdaderos placeres –desconectar, dedicarnos a nuestra actividad favorita, pasar tiempo con nuestros seres queridos– a un último y miserable lugar.
Supongo que tiene lógica que si el mundo nos exige productividad (por definición, que tiene virtud de producir), estas necesidades y deseos ocupen un último lugar, pues el fruto o producto de las mismas no es otra cosa que… el propio placer. Y, paradójicamente, nos hace sentir mal dedicarnos a nuestro placer (alguien ya se ha encargado de inocular una connotación negativa o por lo menos sospechosa a esta maravillosa palabra). Nos creemos egoístas, sentimos que perdemos el tiempo. “¿Quién soy yo para abandonarme a mi propio deleite?” “¡Con todo lo que tengo que hacer!”. Estamos agobiados. Agotados. Enfadados. Nuestros sentidos, dormidos. Si a ti también te pasa, no te preocupes, aún hay salvación.
Por suerte hay iniciativas que no descansan en su empeño por recuperar el gusto de saborear la vida PORQUE SÍ. PARA NADA.
Así lo hace el movimiento Slow Food, que nace en 1986 con el objetivo principal de promover el derecho a disfrutar de la comida, una comida que sea buena, limpia y justa. Surge en Italia como crítica a la cultura del fast food, a raíz de la inauguración de una filial de McDonald’s en la Plaza España de Roma. Unos periodistas locales organizaron una manifestación en forma de gran banquete para protestar contra la comida rápida e industrial: decidieron que era necesario luchar contra la estandarización del gusto y reconquistar el placer de comer sin prisa, utilizando productos naturales y recuperando recetas locales. Su símbolo, el caracol, es una alusión clara por el vivir más despacio, degustando con calma el paso por la vida.
Slow Food promueve en definitiva una filosofía del comer que combina placer y conocimiento: nos invita a disfrutar de la comida siendo conscientes de lo que comemos, tomándonos el tiempo necesario para saborear el plato, vivirlo como una manera de conocer la gastronomía de una zona, sus productos típicos, sus recetas.
“Oh, come sin prisa. Come sin prisa. Una comida bien preparada tiene muchos sabores delicados que conviene retener en la boca para apreciarlos, y no limitarse a engullirlos (Tennessee Williams).”
Treinta años después este movimiento, liderado por Carlo Petrini se ha convertido en una asociación internacional y a día de hoy es una asociación formada por cerca de 100.000 asociados en más de 160 países. Desde el colectivo se promueven diferentes proyectos con el objetivo común de proteger la biodiversidad agrícola y las tradiciones gastronómicas poniendo énfasis en:
- Conceder dignidad cultural a los asuntos relacionados con la comida y la alimentación;
- Proteger los productos y las modalidades de producción de cada territorio como bienes culturales;
- Elevar la cultura alimentaria de la ciudadanía para lograr la plena conciencia del derecho al placer y al gusto;
- Promover un estilo de vida basado en el respeto al ritmo natural, al ambiente y a la salud.
Esto está muy bien, pensarás. Pero tú, como yo, tienes un trabajo, vives en una gran ciudad en la que no hay Restaurantes KM0 ni nada que se le parezca. Con un poco de suerte (que ahora está de moda ser ecológico, vegano y súper healthy), han abierto en tu barrio una tienda de zumos naturales o un supermercado de cercanía. De esos en los que los tomates son más feos pero tienen sabor y las yemas de los huevos, color.
¿Cómo comulgar con esta filosofía tal y como tienes organizada tu vida?
Puedes empezar por pequeños gestos como cuidar de abastecerte con las mejores materias primas, tomarte el tiempo necesario para comer, saborear y disfrutar sin prisa los alimentos. En la oficina también es posible. En ApetEat ponen a tu disposición platos de la mejor calidad y están comprometidos con la salud y el disfrute en el ambiente de trabajo.
Si la cocina es alquimia de amor, quiérete, come despacio, disfruta.
Amparo G-A
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